El dicho hace mención a lo excepcional que resulta avistar el alineamiento de determinados planetas en el firmamento. Inusual como lo ha sido, y mucho, el devenir deportivo de los equipos de nuestra ciudad durante el pasado fin de semana. Extraordinario. Y tiene que ver precisamente con eso, con el hecho de que nuestros astros del fútbol, del rugby, del balonmano, hockey y del baloncesto se han juntado para alcanzar sus propósitos, muy diferentes, eso sí, pero igualmente dignos de mención.
Muy pocos fueron los vallisoletanos que no pasaron parte de la tarde del domingo frente a la pantalla de televisión para vivir el decisivo partido de Vallecas, en el que los de Sergio González se jugaban muchas de sus opciones de permanencia en primera división. Tengo que decirlo: Sergio tiró de talismán, y, cuando las cámaras enfocaron al técnico catalán y comprobamos que, efectivamente, lucía el suéter de la suerte, se escucharon los primeros vítores y aplausos. No tardamos en comprobar que surtía efecto, puesto que a los seis minutos de juego un clarísimo penalti transformado por Enes Unal nos ponía en la senda de la victoria. El resto podría resumirse en un sufrimiento continuo, con un ojo en Vallecas y otro en Girona, muy atentos a lo que acontecía entre en equipo de casa y el Levante. Tensión que se prolongó hasta que Guardiola nos regaló uno de esos goles que quedarán para siempre grabados en la memoria de los aficionados del Pucela. Abrazos y más abrazos. ¡Pucela es de primera!
Esa mañana, el VRAC pasó su eliminatoria contra Alcobendas con bastante más contundencia de lo esperado, exhibiendo un despliegue de juego más que preocupante, —por lo menos para un chamizo como es este que escribe—. El sábado, los de Juan Carlos Pérez cumplieron con el trámite ante un combativo Ordizia, no de forma tan brillante como los que dirige Merino, cierto, hecho que no resta un ápice de mérito al logro de alcanzar por enésima vez una final. Tendremos final vallisoletana en Pepe Rojo e, insisto, no por ser un evento al que ya nos hemos acostumbrado debemos minusvalorarlo. Valladolid sigue siendo la capital del universo del rugby español y tiene pinta de que la dictadura pucelana se va a dilatar unos cuantos años más gracias a la magnífica gestión de ambas directivas, lo cual, queridos paisanos, debemos aplaudir y justipreciar como se merece. El veinticinco de este mes es la cita.
Pero hubo más, claro que sí. Nuestros equipos de élite de balonmano masculino y femenino se impusieron a domicilio en sus visitas a Puente Genil y Castellón, consolidándose ambos, curiosamente, en una más que cómoda octava plaza que les permite afrontar tanto al Atlético de Valladolid —en racha— como al Aula Cultural —reciente subcampeón de copa— un final de la competición pensando en preparar ya la siguiente campaña. Por su parte, el CPLV venció con mucha autoridad en el polideportivo Canterac a los canarios del Molina Sport, clasificándose, una vez más, para la final de la Liga Élite de hockey sobre patines en línea en la que tendrán la oportunidad de engrosar su colosal palmarés y todo apunta a que van a tener que ampliar las vitrinas del club. Y, finalmente, los chicos del Club Baloncesto Ciudad de Valladolid se trajeron de su doble compromiso en Melilla una importantísima victoria que les permite llegar a Pisuerga con serias opciones de superar los playoffs por el ascenso y devolver a la ciudad a la máxima categoría de la competición nacional. Casi nada.
Tenemos que estar orgullosos de contar en Valladolid con todos estos astros y los que practican otros deportes en cuyo empeño está implícito llevar muy lejos el nombre de Valladolid. Hay que agradecérselo como se merecen, y no se me ocurre una forma mejor que acudiendo a los distintos campos juego y demostrarles todo nuestro apoyo.
Porque juntos somos más fuertes.
Brindemos por ello.
Artículo publicado en El Norte de Castilla el 15 de mayo de 2019.