La serie de HBO se ha convertido ya en la mejor valorada de la historia según IMDB, la base de datos de películas y series más importante en Internet. En coproducción con los británicos de SKY, consta de cinco capítulos en los que se recrea con deliciosa y delicada precisión la mayor catástrofe provocada por el ser humano y que a punto estuvo de tener consecuencias casi irreparables para el planeta. Quiero advertir a los lectores de este artículo de que podrían encontrarse los tan temidos spoilers aunque bien es cierto que conocemos de sobra el desenlace de la trama.
El guión arranca precisamente in extrema res, es decir, por el final de la historia contada por uno de sus protagonistas, el científico soviético Valery Legásov, interpretado magistralmente por el actor londinense Jared Harris. En las primeras escenas nos percatamos de que tanto la ambientación y caracterización de los personajes es realmente prodigiosa, trasladándonos de inmediato a mediados de los años ochenta, cuando la Guerra Fría daba sus últimos coletazos, estertores de un enfrentamiento en el que, a pesar de que el gobierno de la Unión Soviética era muy consciente de que nada podía hacer, seguía negándose a postrarse ante el símbolo del dólar. Desarrollada en un acertado ritmo narrativo carente de altibajos, los espectadores nos vemos envueltos en el drama humano y medioambiental derivado de la explosión del reactor 4 de la central nuclear ucraniana al tiempo que contemplamos impávidos la lamentable actuación de las autoridades soviéticas, negándose a asumir la funestas consecuencias del accidente. La labor de quien se haya encargado del casting es fabulosa. Porque no es esta una serie en la que destaquen rostros conocidos, más bien al contrario. A algunos les sonará la cara Stellan John Skarsgård, un ya consagrado actor sueco que ha participado muchas grandes producciones; y puede que también reconozcamos a Emily Watson, quien interpreta al único personaje que no existió en la realidad, sin embargo, del resto del elenco podría decirse que está compuesto por actores y actrices casi anónimos, lo cual hace del rotundo éxito de Chernobyl un triunfo aún más meritorio.
Hay más héroes y villanos que en Los Vengadores, y el hecho de que se trate de una fiel adaptación de los acontecimientos vividos en aquellas fechas provoca el encogimiento del estómago durante buena parte del visionado. En este punto se me antoja necesario mencionar a los «liquidadores», nombre con el que se conoció a los más de seiscientos mil hombres y mujeres —muchos de ellos voluntarios— de toda clase y condición que se jugaron la vida para evitar que la contaminación nuclear se extendiera sin control por Europa. Como consecuencia del oscurantismo propagandístico propio del régimen soviético, no se conocen las cifras exactas de muertos, pero fueron decenas de miles los que terminaron pagando las consecuencias de su prolongada exposición a unos niveles de irradiación incompatibles con la vida. Otros tantos sufrieron discapacidades permanentes y son de sobra conocidos los cientos de casos de alumbramientos que nacieron con malformaciones severas. La sombra de la tragedia se prolonga hasta el presente.
El final de la serie deja patente la responsabilidad de la Unión Soviética, subrayando las deficiencias de las instalaciones nucleares como la causa principal de la catástrofe por encima de las negligencias del personal, argumento hasta ahora defendido por el Kremlin. Tal resolución ha provocado el enojo de los aludidos que, según parece, ya estarían preparando su versión televisiva en la que incorporan la posible intervención de la CIA en el accidente.
Nunca conoceremos la verdad absoluta sobre lo que ocurrió en Chernobyl, pero, asumido ya como algo habitual, no le resta un ápice de interés a esta joya audiovisual.
Disfrútenla si es que no lo han hecho ya.
Artículo publicado en El Norte de Castilla el 13 de junio de 2019