No suele darse con frecuencia en el mundo editorial, pero en ocasiones suceden cosas tan fabulosas y extraordinarias como es el descubrimiento de una novela que le deja a uno con una sonrisa en los labios y, por qué no decirlo, con cierto resquemor —por no escribir «envidia», que es la palabra que mejor se ajusta para definir la emoción que se siente al desear haber firmado La cordura del idiota (Versátil, 2019)—. Pero no, resulta que su autor es Marto Pariente, un madrileño cuarentón residente en un pueblo de Guadalajara y que ha sabido exprimir el conocimiento del terruño para encuadrar de manera prodigiosa una historia que descansa con un pie en el country noir y con el otro en la novela negra cañí, esa que tan bien dibuja un tipo consagrado en esas lides como es Ramón Palomar.
A la altura de la ambientación están los personajes. El protagonista indiscutible es Toni Trinidad, un poli de pueblo con hematofobia que, investigando un supuesto suicidio, se ve envuelto en una trama de corrupción inmobiliaria que amenaza con destruir a Vega, su hermana, por la que siente una auténtica y casi insana predilección. Toni arrastra un pasado que vamos conociendo a cuentagotas y que de un modo fatalista le ha empujado hasta su nada halagüeño sinvivir, un conformista presente que lastra su futuro sin que parezca importarle demasiado. Enfrente, un elenco de tarados que capitanea el Colmenero, un tipo de esos sin escrúpulos —como tantos— que Pariente ha sabido dar vida en el papel como ninguno. Es uno de esos malnacidos cocinados a fuego lento y que terminan convirtiéndose en plato de buen gusto frente a los que visten de traje y corbata, se sientan en lujosos despachos y que tanto rechazo generan hasta en la ficción. A su alrededor revolotean los que, como insectos que son, no les queda otra que alimentarse de heces y sangre: sicarios con nombre de tenista, un alquimista de profundas convicciones religiosas, un barman leal a su amo, y polis guiados por un maquiavélico manual que nada tiene que ver con eso de servir y proteger. Todo muy coral, muy necio y muy zaino. Sobresaliente.
Capítulo aparte merece el estilo narrativo del autor. Despojado de alardes descriptivos, Marto Pariente va al meollo de la acción mediante una estructura lineal de sucesión de acontecimientos con breves viajes en el tiempo que sirven para afianzar la psique de determinados personajes. Capítulos cortos pero intentos, escenas hilarantes algunas, otras cargadas de violenta ternura —enternecedora crueldad—, que cierran una trama que podría dar la impresión haber sido tejida con simpleza pero que —permítanme la altanería a este cantinero—, los que conocemos el paño sabemos lo complejo que resulta dar cada puntada. Así, alardeando de oficio, Pariente se permite el lujo de narrar alternando la primera, segunda o tercera persona dependiendo del personaje que protagonice la acción, lo cual, equilibrado y bien medido como está, es merecedor de sonora ovación. Bravo.
Es por todo ello La cordura del idiota una de esas novelas que aportan frescura al género y que merece la pena cada minuto invertido en su lectura y disfrute. Ojalá su autor encuentre en hueco que merece en las estanterías del punto de venta y de este modo pueda regalarnos más historias como esta, o parecida, porque como esta ya no podrá escribir nada igual.
Ni Pariente ni nadie.
Léanla.
Publicado en El Norte de Castilla el 15 de octubre de 2020