En el cosmos de la cultura, si hay un sistema planetario que está siendo sacudido cruelmente por la pandemia ese es sin lugar a dudas el que orbita en torno a la música. Es fácil de explicar: si algo que fue concebido para estrechar emociones se le obliga a enmudecer, más pronto que tarde terminará siendo tragado por ese agujero negro que es el distanciamiento social. Nunca vamos a ser capaces de evaluar las consecuencias reales que van a afectar a esta Industria, con miles de artistas y demás trabajadores que siguen esperando desde marzo a que les permitan hacer su trabajo. Un drama. Por ello, debemos celebrar como se merece que uno de los estandartes musicales de los últimos años se atreva a lanzar un satélite sonoro al espacio exterior en estos días de mascarillas, carreras de vacunas y precariedad sanitaria.
¡Ole sus lesbianas pelotas!
El suceso estaba programado el día 25 de noviembre a las 9:00 hora española y me consta que en su Houston particular, los integrantes de Love of Lesbian masticaban nervios para digerir el ansia que les consume. Es lógico. En su calendario primigenio, la salida de su nuevo elepé, V.E.H.N, se vio frustrada por la llegada de la pandemia y esta maldita incertidumbre que nos asola les impide hacer ningún plan que implique cruzar la línea roja que marca el pasado mañana. Así las cosas, a la tripulación compuesta por Santi Balmes, Julián Saldarriaga, Jordi Roig y Oriol Bonet no les ha quedado otra que ir moldeando sus propósitos a las circunstancias; y estas, finalmente —loado sea quien sea—, han sido lo suficientemente benévolas como para que ya podamos disfrutar del primer single: Cosmos (Antisistema solar).
Al igual que me ocurre con el resto de las letras compuestas por esa mente psicopática creativa que habita dentro de la cabeza de Santi Balmes, no soy capaz de descifrar la letra. Y qué más da, porque resulta que en esa precisa y exquisita ambigüedad es donde reside el éxito del grupo catalán: cualquier interpretación es válida.
He de confesar que, exprimiendo los vínculos que unen a este cantinero con ciertos lesbianos, tuve la enorme fortuna de degustarlo hace unas cuantas semanas. Y uno que se las da de tener el paladar hecho a estos manjares intuía el proceso digestivo no iba a ser rápido —ni falta que hacía—. En efecto, las primeras trazas olfativas me recordaron a El poeta Halley y, no obstante, había algo distinto que mis papilas gustativas musicales no eran capaces de diferenciar. Algo parecido a lo que sucede con el umami, un sabor que aceptas que existe porque te han lo han contado pero no eres capaz de distinguir. Pues eso: Umami del bueno. Ahora, cuando escucho Cosmos (Antisistema solar) me traslada a esos viajes aspiracionales en los que decidimos embarcarnos de vez en cuando y que suelen terminar aterrizando en uno mismo. Viajes en los que, aprovechando la falta de gravedad, solemos realizar en solitario para resolver incógnitas recurrentes, puzzles cuyas piezas solo se encuentran rebuscando en el interior de cada uno. Para mí, en definitiva, habla de conocerse por dentro y de avanzar, pero estoy convencido de que a otros les llegará de forma muy distinta. Y esa es la que vale. La de cada uno.
Y que la suma de esos muchos unos terminen alcanzando una cifra enorme de seres humanos que, como hacían antes, compren entradas para llenar salas de conciertos, recintos deportivos y explanadas.
Y que sea pronto, por nuestro bien.
Por el bien del cosmos.
Artículo publicado en El Norte de Castilla el 26 de noviembre de 2020