No hace tanto era impensable que los autores españoles coparan el ranking de ventas de libros de la campaña de Navidad. No hace tanto, lo que había triunfado fuera se convertía en las grandes apuestas de las editoriales acaparando la mayor parte de sus presupuestos de marketing y comunicación. Hoy la situación ha cambiado, y creo que es un síntoma de muy buena salud para nuestras letras encontrar las novelas de Dolores Redondo, Arturo Pérez-Reverte, Juan Gómez-Jurado o Javier Cercas en lo más alto del top.
Sobre uno de estos autores y su último proyecto quiero centrar el artículo de esta semana. El madrileño Juan Gómez-Jurado con Reina roja y Loba negra es el escritor que más ejemplares ha vendido este año 2020 tanto en formato papel como en digital. Este calvo tiene la «desgracia» de conocer a Peloplata bastante bien, y, aunque pueda sonar extraño, os aseguro que Juan sabía perfectamente que esto iba a ocurrir. Y lo sabía más o menos desde el año 2014, cuando, escribiendo Cicatriz, su mente de sociópata —lo es, pero por suerte solo de letras adentro—, dibujó una trama al alcance de muy pocos. Yo me arriesgaría a afirmar que de ninguno, y no solo en nuestro país. Particularmente estoy muy de acuerdo con los que opinan que Juan es el mejor escritor de thrillers de Europa y no tiene nada que envidiar a los padres del género: los norteamericanos. Hay que tener mucho talento para poder crear una historia donde el suspense sea un elemento sostenido desde la primera página hasta la última y que, además, la trama no tenga fisuras y los personajes lleguen a empatizar con el lector. Pero resulta que hay que ser un auténtico fenómeno para lograr que, además de lo anterior, crear líneas argumentales suficientes para poder tejer una trama infinita, como sucede en sus últimas publicaciones. Yo, que suelo analizar desde el punto de vista estructural las novelas que me aportan, no termino de comprender cómo es posible que lo lleve a cabo y que parezca sencillo. Me cabrea bastante, he de reconocer. Porque el objetivo de Juan Gómez-Jurado no es otro que atrapar al lector y que sienta la necesidad de pasar a la página siguiente, de devorar un capítulo más. Y otro más. Esto, que parece un tópico lo consiguen muy pocos porque no existe una fórmula que funcione. Para empezar, es del todo necesario despojar la prosa de todo lo que lastra la narración, de todo lo que impide la fluidez de lectura. Y ello, en ocasiones, puede llevar a pensar que el autor no posee la capacidad que requieren los alardes descriptivos, con sus epítetos y construcciones gramaticales que buscan impactar al lector. No es el caso, y prueba de ello es La leyenda del ladrón, novela con la que Juan Gómez-Jurado demostró con creces que es muy capaz de alcanzar elevadas cotas literarias. Simplemente lo sacrifica porque lo tiene que sacrificar. El resto de variables que componen la fórmula juradista sólo él las conoce, pero intuyo que tiene que ver con el tiempo que dedica a la planificación y este es, precisamente, el motivo que me lleva a afirmar que es el mayor sociópata de la industria editorial española.
No tardando mucho sabremos cómo se cierra la historia que protagonizan Antonia Scott y Jon Gutiérrez, pero si de algo estoy convencido es de que va a seguir liderando el ranking de ventas de nuestro país unos cuantos años más.
Merecido lo tiene Peloplata.
Artículo publicado en El Norte de Castilla el 22 de enero de 2020