Este viernes 31 de mayo, cual setas de temporada, nacerán del asfalto de la plaza Mayor de Valladolid las más de cincuenta casetas que van a conformar la estructura física de la Feria del Libro de Valladolid. Hasta el domingo 9 de junio los visitantes podrán llenar sus cestas de mimbre con la nutrida oferta literaria que ofrecen los libreros, editores y otras instituciones de la ciudad, además de asistir a los encuentros y firmas con los autores que han confirmado su presencia o acudir a las distintas mesas redondas, charlas y demás actividades previstas. El programa es bastante sugerente.
Hace no mucho se pasó por aquí mi amigo el literato del que ya les he hablado en ocasiones precedentes, y, aprovechando que la clientela brillaba por su ausencia, le presté oídos, incluso, con cierto interés. Sostenía este que la relevancia de una feria del libro dentro del panorama nacional se mide por el caché de los escritores que componen su cartel, valoración que está directamente relacionada con número de lectores que estás dispuestos a aguardar su turno para conseguir esa tan deseada firma. En este sentido, se prevé que los andaluces Javier Castillo y Blue Jeans sean quienes acaparen la atención de los vallisoletanos, sobre todo del público femenino adolescente. Tampoco se quedarán cortos Cristian Gálvez, Ponseti y Rozalén, caras que resultan muy conocidas por otras actividades ajenas a la escritura pero que se han ganado meritoriamente un lugar en el mundo literario. Para los lectores más exigentes estarán Clara Sánchez o Gustavo Martín Garzo y, completando el elenco de firmas presentes en la Feria del Libro de Valladolid tendremos otra decena de escritores, foráneos y locales, como es el caso de mi alopécico parroquiano.
Más allá de los nombres, destacaba él la importancia de sacar los libros a la calle, y en este sentido remarcaba como un gran acierto la decisión del equipo de cultura que dirige Ana Redondo de recuperar la plaza Mayor como escenario principal de la feria. La Cúpula del Milenio no terminaba de convencer a los libreros de la ciudad, que esperan la llegada de estas fechas como agua de mayo con el fin de maquillar sus números tras unos cuantos meses, demasiados, en los que la venta de ejemplares es más bien escasa. Cuesta mucho mantener el negocio. La industria editorial es una sombra distorsionada de lo que era hace tan solo diez años y los puntos de venta sufren lo indecible cada vez que levantan la verja. La oferta de entretenimiento es cada vez mayor y más asequible a todos los bolsillos y, por ello, el hecho de poder acercar los libros al público es una oportunidad de oro que no pueden desperdiciar. El papel resiste las acometidas del formato digital y durante los próximos días, la plaza Mayor se convertirá en una extraordinaria pasarela por la que desfilarán los mejores títulos del títulos del momento. Interesado yo por alguno de los denominados imprescindibles, me habló entusiasmado el juntaletras de una novela que me iba a atrapar desde la primera página: Los señores del humo, me anoté, de Claudio Cerdán.
—Se trata de un thriller negro donde tres personajes muy bien trazados se ven envueltos en la investigación de una serie de crímenes que, todo parece indicar, han sido cometidos por la misma persona. El argumento podría no parecer demasiado original, pero es la forma de narrarlo, con una prosa dura, directa y descarnada, lo que la hace especial. Diferente, como Moby Dick —argumentó, vehemente.
—Espero que acudan muchos capitán Ahab.
—Sí, yo también. Más nos vale —se despidió.
Y le anoté las consumiciones para la siguiente, que en esta cantina no se fía ni a los escritores, por muy calvos que sean.
*Artículo publicado en El Norte de Castilla el 30 de mayo de 2019
*Foto El Norte de Castilla