La título de la canción que encabeza esta columna pertenece al último trabajo de León Benavente, Vamos a volvernos locos. El nombre elegido para su tercer elepé contiene una premonición. Porque si lo que hemos vivido esta semana pasada en Cataluña tras conocerse la sentencia del procés no es de locos —de locos peligrosos—, ya me dirán ustedes qué demonios es.
El grupo que lidera Abraham Boba está en mi top y he de reconocer que lo nuevo lo estaba esperando con ansia viva. Y como monstruos de la música que son, no solo han colmado mis expectativas sino que las han superado marcándose un discazo. Contiene temas antológicos, brillantes, con letras de dinamita dispuestas a detonar en los tímpanos de quienes las escuchamos. Aunque, si bien creo que el mensaje es menos reivindicativo que en los anteriores, hay algunas canciones que a mí, particularmente, me han calado. Una de estas, Disparando a los caballos, la escuchaba yo después del tercer día de altercados en Barcelona, con las imágenes que abrían todos los telediarios de la mañana titilando en mis retinas: columnas de humo elevándose sobre el skyline de la ciudad; jóvenes haciéndose selfies tras quemar varios contenedores; un hombre con su bebé en brazos, asustado, irritado; un artefacto pirotécnico impactando en un helicóptero de la policía; cargas de los Mossos y de la Policía Nacional repartiendo calor negro a tutiplén; neonazis de postal con el brazo en alto y el «Sieg Heil» en la boca; saqueos perpetrados por niñatos burgueses disfrazados de guerrilleros revolucionarios. Y, mientras, los políticos que nos desgobiernan, más ocupados en señalar al de enfrente que preocupados por contener la barbarie. Y, mientras, los medios de comunicación, casco de batalla en ristre, sufriendo como en una bacanal con barra libre de anfetas.
Casi doscientos detenidos, más seiscientos heridos y desperfectos que de momento superan los dos millones y medio de euros. Y la imagen de marca una ciudad maravillosa pisoteada, vilipendiada.
Disparando a los caballos.
Todo vale. Todo sirve a la causa. A la independentista y a la españolista, a la derecha y a la izquierda, a los que les pone la violencia y a los que dicen que la rechazan pero impiden que la cotidianidad sea eso: cotidianidad. Porque, como asegura León Benavente: «Cambian las caras en el mismo escenario, usando viejos trucos vienen los nuevos magos». Son ellos, los de siempre, los que elegimos en las urnas, los que dominan el arte de birlibirloque, los que se empeñan en seguir jodiendo al prójimo en beneficio propio. «No cambia el poder, solo cambia de manos». Son los que ocupan los escaños del Congreso, los que están libres y los que están presos. Son esos. «¿Qué hacen esos idiotas disparando a los caballos? ¿Es que nada ha cambiado?». Sí, a peor.
Interesa que el caos permanezca porque el desconcierto justifica el cargo. Y que se derrita el asfalto, que la factura no la van a pagar ellos. La parte económica la vamos a abonar los que lo vimos por televisión, pero, la otra, la que de verdad importa, la van a pagar los catalanes. Porque, ¿cuánto cuesta volver a cohesionar una sociedad fracturada? ¿Cuánto cuesta olvidar ofensas y agravios? ¿Cuánto cuesta regresar a la normalidad cuando nada de lo que ocurre es normal?
¿Cuánto cuesta disparar a los caballos?
La respuesta la conocen los idiotas que aprietan el gatillo, la solución, por suerte, no.
Artículo publicado en El Norte de Castilla e 23 de octubre de 2020