O, viendo la que nos espera, mejor lo regalo. Porque, con el nuevo Plan de Movilidad del Ayuntamiento de Valladolid, vivir en el centro de la capital castellana y tratar de moverse en coche se va a convertir en una muy mala decisión. Tanto como vivir en la periferia e intentar ir al centro.
Dice Luis Vélez, concejal de Movilidad y Espacio Urbano, que es cuestión de acostumbrarse. Y no le falta razón, porque a todo se acostumbra uno si no le queda más remedio que acostumbrarte. Les sucede mucho, por ejemplo, a los presos que ingresan en la cárcel: o te acostumbras o te acostumbras. La cuestión es que a las personas que les privan de su libertad suele ser como consecuencia de haber cometido un delito. Y yo me pregunto: ¿qué delito hemos cometido los vecinos de Valladolid para que nos despojen así de nuestro tiempo? Personalmente, lo reconozco, es algo que no puedo soportar. Lo considero un valor muy preciado porque es el factor que iguala a las personas —el día tiene veinticuatro horas para todos— tanto como las diferencia. En la gestión del tiempo que nunca vuelve está la clave. Y ni a mí ni a nadie nos van a devolver los muchos minutos que vamos a perder al movernos en coche por el centro de la ciudad. Haga la prueba. Trate de acceder con su vehículo por el puente de Poniente, ese que no hace mucho tenía tres carriles y que ahora solo tiene uno. A la altura de la plaza Mayor va a desear rascarse la cartera y abandonar su coche en el parking. Y si no lo hace o no quedan plazas le auguro unos diez minutos más hasta llegar a Fuente Dorada, donde ya no podrá seguir recto por Cánovas del Castillo para enlazar con López Gómez y Plaza de España. Luis Vélez le diría con muy buen criterio que tendría que haber pillado el bus o, mejor aún —y esto es de mi cosecha—: cómprese una bici y sáquela partido durante los cuatro meses al año que es compatible con la climatología de la ciudad. Esta misma ruta a partir de septiembre provocará severas úlceras de estómago a los usuarios, y no quiero ni pensar en lo contentos que deben de estar los integrantes del gremio de repartidores y sus furgonetas voladoras. También pongo en entredicho que estas medidas vayan a favorecer al comercio y a la hostelería local, porque habrá quienes prefieran recurrir a Amazon para realizar sus compras o tomarse las cañas en su casa que perder la paciencia durante su tiempo de ocio. Y, se ponga como se ponga el concejal, yo no veo a un vecino de Parquesol o de las Delicias pillando su bici para ir al centro y brindar con cava en Navidad, por ejemplo.
Dicho esto, comprendo y aplaudo que el equipo de gobierno del Ayuntamiento quiera hacer de la ciudad un espacio más verde y amigable para todos, pero no creo que convirtiendo el centro en una ratonera los vallisoletanos vayamos a ser más felices. Quiero pensar que, cuando alguien se plantea este tipo de cambios que afectan a la cotidianidad de una mayoría, antes se han tenido en cuenta las opiniones de los agentes que conforman esa realidad social y económica. Pues no. Particularmente tengo la sensación de que, como en la cárcel, no nos va a quedar más remedio que acostumbrarnos, al igual que creo que no soy el único que lleva mal o muy mal eso de que nos impongan normas sin que nos hagan partícipes de ellas.
Y contar con el apoyo de la ciudadanía es lo que diferencia a una mala gestión política con una gestión política impecable.
Pero para impecable mi coche.
Razón aquí.
Artículo publicado en El Norte de Castilla el 5 de agosto de 2020